Los ciudadanos argentinos se encuentran en una situación de extrema dificultad económica, manifestando su descontento por ser ellos quienes están pagando el precio de la crisis, mientras los más acaudalados parecen estar exentos de las dificultades.
Argentina, acostumbrada a enfrentar desafíos económicos, se ve ahora inmersa en una crisis que también involucra una pérdida de valores sin precedentes. A pesar de respaldar el ajuste liderado por el libertario Javier Milei como una medida para combatir la desesperación, los ciudadanos comienzan a sentir el agotamiento provocado por la disminución del consumo, señalando que son ellos quienes están soportando las consecuencias más graves, y no la denominada “maldita casta”.
Milei, quien asumió el cargo el pasado 10 de diciembre con la promesa de implementar un ajuste destinado a evitar una hiperinflación, aún cuenta con el apoyo de aproximadamente la mitad de la sociedad, según las mediciones de la consultora de Fernando Moiguer. Sin embargo, también se observa un creciente descontento y desacuerdo entre la población.
Aunque se prometió que el ajuste afectaría a la élite política, sindical y empresarial, los ciudadanos comienzan a cuestionar si realmente se está cumpliendo esta promesa. Por ejemplo, los jubilados están experimentando dificultades económicas significativas, lo que ha llevado a un aumento de la frustración y la exasperación entre la población.
Según los estudios de Moiguer, la gente está enojada y al límite de su paciencia. La clase media baja, que constituye la mayoría de la sociedad argentina, está sintiendo especialmente la presión económica y muchos ya no pueden soportar más esta situación.
Aunque la tasa de inflación ha disminuido en enero pasado, el Gobierno aún espera que se mantenga en un solo dígito en los próximos meses. Sin embargo, esto implica un período adicional de 60 a 90 días en el que los salarios se encuentran en desventaja con respecto a los precios, lo que agrava aún más la situación para los consumidores argentinos.